En los meses de más frío, la nieve y el hielo aparecen en las carreteras, y para facilitar la circulación por ellas, se suele esparcir sal. En España, un 7% de la producción de sal se destina a este fin. Los compradores son, principalmente, el Estado, las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos. Sólo la red de carreteras del Estado dependiente del Ministerio de Transporte (antes Fomento) utiliza cada año entre 300.000 y 500.000 toneladas dependiendo de la crudeza del tiempo…
El esparcimiento de sal se realiza ante la previsión de nevadas o ante la posibilidad de que el agua presente en el asfalto se congele. Esta fórmula es más eficaz cuando aún no hay hielo, pero si la previsión falla, también sirve el remedio. Tardará más en hacer efecto, pero el resultado será el mismo.
En las carreteras se suele echar sal sólida (marina, común…) o bien salmuera (una solución de agua con una concentración de sal superior al 5% —cuanto mayor sea esta proporción, mayor será la resistencia a la congelación—).
¿Por qué se utiliza sal en la carretera?
Pese a lo que muchos creen, la sal no derrite el hielo o la nieve, sino que dificulta que se hielen. La sal común, cloruro sódico, tiene un efecto conocido desde hace siglos sobre el hielo: ayuda a que se disuelva más fácil y rápidamente, sin tener que aplicar calor (que sería lo más efectivo para derretirlo).
La sal en contacto con agua se disuelve, formando una mezcla de agua y sal en la que el punto de congelación cambia. Y es que lo que ocurre entre la sal (NaCl) y el agua (H2O) es pura química. Cuando la sal se disuelve en el agua los iones de sodio (positivo) y de cloro (negativo) quedan flotando, y uno atrae al hidrógeno y el otro al oxígeno, rompiendo los llamados puentes de hidrógeno.
Gracias a esto, el agua no se solidifica, y el compuesto resultante tiene una temperatura de congelación muy inferior al del agua ‘normal’, entorno a unos -21ºC (variará, como decíamos, según la concentración de sal en el agua).
Así, el agua que pueda haber sobre la calzada, por haber llovido, por humedad, por niebla, o por nieve, que se funde durante el día, se mezclará con la sal, y será más difícil que por la noche, con temperaturas más bajas, se hiele. Igualmente, será más difícil que la nieve que caiga sobre la calzada cuaje y se compacte. Sin embargo, todo tiene un límite, y si la nevada es muy copiosa, no quedará otra que retirar la nieve con una quitanieves.
Ventajas e inconvenientes de usar sal
Como vemos, la sal es una buena solución para prevenir el hielo y la nieve en las calzadas. De hecho, sería un remedio ideal y barato (una tonelada de sal cuesta entre 60 y 80 €) si no fuera porque daña el medioambiente.
La sal que se arroja a la calzada eleva los niveles del cloro y sodio (componentes de la sal) del agua, yendo a parar a la tierra, el sustrato donde viven las plantas. El sodio, cuando llega al suelo, actúa en la capacidad de absorción de nutrientes como el calcio. Además, puede desplazar al potasio, que es esencial para las plantas, de modo que, en exceso, el sodio puede hacer perder nutrientes.
Asimismo, la sal perjudica a la fauna, especialmente a los anfibios, como las ranas, y otros pequeños animales sensibles al agua, o peces y otros habitantes de acuíferos, donde de repente se produce un gran aporte de agua con sal.
Por esto, en algunos países está prohibido utilizar sal para evitar la congelación de la calzada, e incluso está penado con multas.
Sin embargo, la sal no sólo deteriora el medioambiente, también causa daños en las infraestructuras. La sal es muy corrosiva acelerando la degradación del asfalto, así como los procesos de corrosión y oxidación de los metales: daña los quitamiedos, las farolas, las señales… y también nuestros coches, y no sólo a su carrocería. También puede afectar a largo plazo al funcionamiento de los frenos, la suspensión, el propio motor o el depósito de combustible, entre otros elementos.
¿Existen alternativas a la sal?
Sí. De hecho, en algunos países se utiliza cada vez menos la sal con este fin e incluso ha dejado de utilizarse, sustituyéndose por otras sustancias anticongelantes. Sin embargo, se trata de productos más caros.
Entre las alternativas están el acetato de calcio, de magnesio o de potasio, más biodegradables y menos corrosivos, pero también más caros. También se usa (en ocasiones como complemento) arena y gravilla o productos como el jugo de remolacha o la urea, si bien ésta también puede dañar las plantas.
Cómo evitar que la sal estropee la carrocería
Lava tu coche cuanto sea necesario para mantenerlo libre de sal. Piensa que cuanto más tiempo esté la sal en tu vehículo, más afectará a la pintura, la carrocería…. Presta atención a aquellas zonas donde se pueda acumular y que, al no estar a la vista, podemos olvidar: no pierdas de vista los bajos del vehículo, pues es la zona más expuesta a la sal.
Para eliminar la sal (y la arena), en el lavado (mejor con pistola a presión) aplica abundante agua y usa jabones neutros. Y para secar, utiliza bayetas de microfibra de alta absorción —sin frotar para evitar rayar la pintura—.
Para prevenir la corrosión puedes aplicar productos antigravilla que protejan las zonas más expuestas a la sal o la grava como bajos, pasos de rueda, estribos… Asimismo, recuerda que el invierno es buen momento para encerar tu coche: repelerá la sal más fácilmente.