El automóvil ha sido y es pura evolución por dentro y por fuera. Desde la más pequeña pieza del motor o de la carrocería hasta su propio diseño, la transformación que han experimentado los vehículos en poco más de 100 años es espectacular. Sólo por comparar ¿cuánto evolucionó un carro tirado por caballos o bueyes en más de dos milenios?
En esos primeros años de la automoción (1916) nace en Turín (Italia) Ghia, una de las firmas más emblemáticas (y prolíficas) de diseño de automóviles. Fundada como ‘Carrozzeria Ghia y Gariglio’ por Giacinto Ghia y la familia de confiteros Gariglio, en un principio, se hizo cargo de las carrocerías de aluminio ligeras de otras marcas italianas, como la del Alfa Romeo 6C 1500 o el Fiat 508 Balilla.
Acabada la II Guerra Mundial, durante la cual Giacinto fallece, Ghia fue vendida a Felice Mario Boano y Giorgio Alberti, quienes firman acuerdos con marcas italianas y extranjeras para el suministro de chasis sobre los que construir vehículos exclusivos o de pequeñas series. Así, Ghia se ocupó de la carrocería de varios chasis Ferrari entre 1950 y 1956, aunque la colaboración más prolífica fue con los gigantes estadounidenses Ford y Chrysler.
El Chrysler Norseman
Particularmente estrecha fue la relación con Virgil Exner, diseñador jefe de Chrysler, con más de 18 modelos en 15 años, hechos en Turín bajo licencia, como el Crown Imperial. Entre los logros más famosos de ese período están el Lincoln Futura o el Chrysler Norseman, un prototipo perdido en el hundimiento del transatlántico ‘Andrea Doria’ en 1956 tras chocar con el MS ‘Stockholm’, antes de que los propios técnicos y gerentes de Chrysler pudieran llegar a verlo.
El Norseman era un cupé de 4 plazas, de carrocería de aluminio con un característico techo flotante. De hecho, carecía de pilares A y B, y sólo el último -el C- sustentaba el techo, algo que a nivel estructural resultaba totalmente novedoso y le daba un aire futurista. En el interior, su cuadro de instrumentos recordaba a los usados en la aviación y a los asientos delanteros se les había aplicado pintura luminiscente de forma experimental para iluminar el habitáculo.
Tras el naufragio, y a pesar de haber costado 15 meses de trabajo y 150.000 dólares de la época, Chrysler no encargó la fabricación de otra unidad, ya fuera porque el equipo de Exner estuviera inmerso en otro proyecto o porque alguien viera un mal presagio en el hundimiento del ‘Escandinavo’ —traducción de su nombre en inglés— precisamente, tras colisionar con un barco llamado ‘Estocolmo’.
Karmann Ghia y De Tomasso Pantera
En 1953, Boano se había marchado a FIAT, tomando el control de la compañía Luigi Segre. Ese mismo año, Ghia firmó el diseño del Volkswagen Karmann Ghia, un cupé y cabrio, derivado del Beetle y ensamblado por la mítica compañía carrocera alemana que le daba nombre. Otros modelos famosos diseñados por Ghia en esos años fueron los Renault Caravelle y Floride, el Volvo P1800 o el Fiat 1500 GT.
A la muerte de Segre en 1963, Ghia sufrió varios cambios de propiedad hasta llegar en 1967 a Alejandro de Tomaso, dueño del fabricante de automóviles homónimo. En este período, se desarrolló el icónico De Tomaso Pantera, pero las dificultades económicas llevaron a la venta de la compañía a Ford en 1973, junto con Vignale.
En esa época, además de comercializar tres modelos de coches, Ghia incorporó a Giorgetto Giugiaro, entre 1965 y 1968, el mítico diseñador de vehículos distinguido ‘Car Designer of the Century’ en 1999.
La venta a Ford
Con la venta a Ford, se cerró el taller de carrocería y Ghia se convierte en uno de los centros de diseño del gigante automovilístico proponiendo numerosas versiones y prototipos. El último diseño de Ghia antes de su cierre en 2001 fue el Ghia Saetta, que luego se transformó en el Ford StreetKa, producido por Pininfarina desde 2003.
Desde ese 1973, Ford usó la marca ‘Ghia’ para identificar las versiones más lujosas de sus modelos, inicialmente en Europa y después en América y Oceanía. El acabado ‘Ghia’ para el Fiesta se vendió sin interrupción en el mercado británico desde 1977 hasta 2008. En 2010, Ford reemplazó la denominación ‘Ghia’ por ‘Titanium’, eliminando el último resquicio de un histórico de la automoción.
No es necesario conducir uno de estos coches legendarios firmados por Ghia para tener que preocuparse por la pintura del coche. Y es que la pintura, además de su función estética, protege a la carrocería de la oxidación.