Un coche puede ser elegante, deportivo, poderoso, vintage, retro, moderno, futurista, puro, utilitario, soñador, vanguardista, innovador, curioso, bello, clásico, ostentoso… Pero, ¿puede un coche ser… gordo?
Sí, seguramente ‘gordo’ sería el último adjetivo que pondríamos al lado de un coche. Los diseñadores y fabricantes de vehículos se esfuerzan por lograr estéticas funcionales, pero atractivas, pero aerodinámicas… ¿Gordas? No, gracias.
Sin embargo, ¿por qué no? ¿Por qué no puede ser una carrocería ‘gorda’?
Es la curiosa idea que ha tenido el artista Erwin Wurm.
Este artista austríaco, especializado en escultura y fotografía, suele trabajar basándose en objetos cotidianos del día a día, buscando su dimensión espiritual, psicológica, política… y a menudo con un toque de humor.
Su propuesta ‘Fat Cars’ (coches gordos) tiene un poco de todo eso. Su pretensión era mostrar físicamente lo henchidos que están los propios automóviles. Objetos de colección. Símbolo de estatus.
Para ello ha trabajado con chasis reales a los que ha sumado algunos ‘kilos de más’ con ayuda de espuma de poliestireno cuidadosamente trabajada. Así ha conseguido la rotundidad, las redondeces, de sus ‘fat cars’.
Para los aficionados al arte la obra es un éxito ya que consigue provocar e incomodar al espectador.
¿Para los automovilistas? ¡Juzguen ustedes mismos!