Cuando actuamos como compradores lo tenemos claro: nos importa el color (queremos un color que sea de nuestro agrado) y, si estamos adquiriendo un vehículo de ocasión, además nos importa el estado de la chapa y de la pintura. Esto último es, de hecho, un factor determinante del precio en un coche de segunda mano.
Claro que no siempre tenemos esa visión.
Respecto al color, muchos automovilistas tratan de expresar algo de sí mismos a través de la elección del color para la pintura de su coche, huyendo de lo convencional.
La cuestión es que esa huida, a la larga, puede salir cara si pensamos en poner a la venta el coche. Sí, la elección del color puede hacer que la venta se retrase por meses… O que no se produzca nunca.
El color de la pintura del coche impacta de manera determinante cuando queremos lanzarlo al mercado.
Los colores neutros están a priori mejor posicionados. Blancos, grises y negros, considerados colores más clásicos para la carrocería, siempre encuentran adeptos.
Pero, ¿hay espacio para los colores más atípicos y salvajes? Parece que sí lo hay. Al menos en el mercado norteamericano según el último estudio de iSeeCars.
De acuerdo con el estudio todo se reduce a algo muy sencillo: la oferta y la demanda. Los colores más ‘raros’ no tienen tanta disponibilidad, pero hay un suficiente número de personas interesadas en estos colores como para que la jugada sea rentable si tenemos un coche con pintura amarilla, verde o incluso naranja.
El estudio, en cambio, no augura nada bueno para los tonos beige y oro, que perderían su valor antes que la media.
Por otro lado el estado de la pintura afecta directamente al valor que podemos conseguir por un coche al revenderlo. Raspones, arañazos o golpes sin reparar, pintura decolorada etc. dificultarán la venta y serán argumentos para que el posible comprador trate de rebajar el precio.
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