Un prototipo ochentero. Trapezoides y triángulos que encajaban las piezas de la carrocería. Y Citröen detrás del asunto. Bienvenido a uno de los concept car más extraños jamás vistos: el Citröen Karin.
El coche pirámide
Salón de París, 1980. Aquel año Citröen no contaba con alguna novedad o innovación importante. Nada que un revolucionario concept car no pudiese solventar, claro.
El diseño fue obra de Trevor Fiore, quien, según dicen, se inspiró en otro diseño de Michel Harmand para una GS Coupé. El resultado fue de lo más futurista y dramático. Y es que tanta forma geométrica (y tan acusada) daban a la carrocería una apariencia de lo más extraña que sorprendió a propios y extraños.
El coche nunca pretendió ser otra cosa que un concept car y jamás estuvo a la venta, pero de haberlo estado ¿quién lo habría comprado?
Para que te hagas una idea de lo excéntrico del diseño: el techo de este coche tenía la misma superficie que una hoja de tamaño DIN A3, lo que viene a ser 21×42 centímetros…
El exterior contaba además con paneles de vidrio y las puertas eran tipo mariposa, es decir, estaban fijadas a la parte superior del vehículo y se abrían en vertical, como las alas de una mariposa. Por lo demás, el vehículo contaba con motor de cuatro cilindros, tracción delantera y suspensión hidroneumática.
Raro por fuera. ¡Y por dentro!
Una vez recuperados de la sorpresa del aspecto exterior, el habitáculo y el diseño interior no eran para pasar desapercibidos tampoco…
Para empezar el coche contaba con tres plazas. Sí, con tres. ¡Y es que el conductor debía sentarse en el asiento central, con un asiento para acompañante a su izquierda y otro a su derecha!
El cuadro de mandos y el volante también eran de lo más peculiares (y futuristas). Incluso incluía una pantalla que informaba del estado de la carretera y del vehículo.
Puede que no sea el diseño más bonito del mundo, pero hay que mirar con benevolencia estos “atrevimientos” que servían y sirven para probar, mejorar…