No, la imagen que estás viendo no es un prototipo del futuro, aunque te lo parezca. Es más bien una proeza del pasado: una de las carrocerías más aerodinámicas y complejas del mundo, y que aún ostenta el récord de velocidad máxima alcanzada en una vía pública, hito que consiguió… el 28 de enero de 1938 en la Autobahn A5. ¿Su nombre? Mercedes-Benz W125 Rekordwagen.
Experimentando con la velocidad
Con el fin de ganar el Grand Prix, Mercedes-Benz, de la mano de Rudolf Uhlenhaut, diseñador jefe del departamento de competición, concibió un increíble vehículo: el W125. Increíble porque, para empezar, contaba un gran motor de 5,7 litros y ocho cilindros que pesaba nada menos que 220kg. ¡Y aquellos 220kg de motor representaban prácticamente la tercera parte del peso total del coche! El chasis era de tipo tubular y fabricado con una aleación de acero y níquel, de forma que conseguía un peso más ligero pero una estructura más rígida.
Y en el Grand Prix de 1937 este coche triunfó de manera aplastante. No es que Mercedes ganase la competición de la mano del mítico piloto Rudolf Caracciola… Es que en la segunda, tercera y cuarta posición había otros sendos W125.
Sin embargo, en 1938 un cambio en la normativa que imponía limitaciones en los motores, parecía acabar con la prometedora carrera del W125, que fue sustituido por un nuevo modelo: el W154.
Pero aún no estaba dicha la última palabra.
El Rekordwagen
El 28 de enero de 1938, dentro de la Semana del récord mundial de velocidad, se había planteado una carrera muy especial. Y para ello, se fabricó una unidad, también muy especial, del W125, el Rekordwagen, nacido para ganar: carrocería aerodinámica, motor V12 de 5,6 litros sobrealimentado con dos compresores, 736 cv y, como no, Rudolf Caracciola en los mandos de aquel bólido.
¿El resultado? 432,7km/h y récord mundial de velocidad. Ya entonces, mucho antes de Fangio, se hablaba ya de las “flechas de plata”.
Hoy el W125 Rekordwagen vive una tranquila vida en el Museo de Mercedes-Benz, pero su hazaña sigue vigente, al igual que hace poco recordábamos a un coche que había nacido para ser “estrella fugaz”, el Étoile Filante.
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