Nuestro coche es una extensión más de nuestro aspecto. Si tenemos cuidado en vestir con ropa adecuada, que nos siente bien y esté limpia, ¿por qué debería merecer menos atenciones nuestro vehículo?
No es sólo cuestión de estética
¿Qué dice de ti un coche sucio, deteriorado, lleno de rayones u oxidado? Piénsalo un momento: tu coche debe estar a tu altura y presentar el mejor aspecto posible. Pero, además, de eso, el aspecto de nuestro automóvil debe interesarte por razones más prácticas, como la pérdida de valor económico en caso de posible venta y el deterioro que se deriva de la ausencia de cuidados y que suele traducirse en corrosión.
¿Pero qué eso de la corrosión?
Las carrocerías de automóviles han evolucionado mucho con vistas a mejorar aspectos tan importantes como la seguridad pasiva en caso de colisión y la aerodinámica, así como el confort y la apariencia estética.
Pero el acero sigue siendo el metal más empleado en la fabricación de la carrocería, aunque en diferentes aleaciones, grados de resistencia y grosores de lámina. Además, poco a poco se están introduciendo nuevos materiales y se investigan otras soluciones más sostenibles.
El problema de los metales es la oxidación. La oxidación es una reacción química que sucede cuando el metal de la carrocería queda expuesto al oxígeno del aire y se produce óxido. Esto puede ocurrir porque una pequeña superficie “pierde” la pintura que la protege. ¿Cómo? Pues debido a cosas tan sencillas y pequeñas como muescas, arañazos, picadas… ¿Te suena? Bien, pues si no remediamos esto, el óxido puede ir creciendo y extendiéndose. Y en la medida en que esto sucede dejará de ser un mero problema estético y se convertirá en corrosión.
¿Qué elementos suponen un peligro para la carrocería de tu coche?
El agua (y su contacto con la chapa) es una de las grandes culpables de la aparición de óxido. Pero aún es peor la humedad.
El barro es otro elemento muy agresivo con la chapa. La sal también es muy corrosiva, por lo que hay limpiar el coche preferentemente al término de un viaje por zonas en las que hay sal en la calzada por presencia de hielo o nieve. La gravilla y arena también pueden provocar corrosión.
¿Cómo evitar la corrosión?
Dos son las premisas básicos: limpieza y reparación de desperfectos.
La limpieza frecuente debe incluir cuidados especiales en los bajos del coche; una zona tradicionalmente olvidada pese a que sufre más que ninguna otra la humedad del barro y los pequeños impactos de la grava y la arena.
Por otro lado, es muy importante inspeccionar ocularmente el vehículo para detectar en la medida de lo posible cualquier pequeño golpe, arañazo, muesca etc. Ahora bien, detectarlo no es suficiente: hay que reparar esas pequeñas (o grandes) imperfecciones y desperfectos para que no acaben convirtiéndose en el origen de un problema de corrosión.
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